Ha pasado ya un mes de la partida de Santiago y aún cuesta trabajo asimilar la idea de su muerte, sentimiento con el que tropiezo cada vez que abordo el tema de tan infortunada realidad.
Una de las primeras impresiones que tuve de Santiago, fue durante la presentación de un trabajo de su autoría, en unas Jornadas de nuestra Sociedad. Me impactó la consistencia entre el tema y el autor, se trataba de un trabajo sobre el humor. Mientras hacía la presentación, sonreía, cuando le cuestionaban sobre la importancia del trabajo “El chiste y su relación con el inconsciente”, con franca sonrisa explicaba su relevancia, y toda esa hilaridad terminaba contagiando al público, quien de forma animada, terminó participando y relatando los chistes citados por Freud en su libro. Sin embargo, en donde pudo hacer más ostensible y admirable este rasgo de su personalidad, fue en su capacidad indiscutible de poder
reírse de sí mismo. Esa cualidad, entre otras, lo convertía en una persona simpática, pero sobre todo, transparente.
Es así como me manifestó en dos ocasiones su interés por hacer política, lo cual expresaba sin tapujos, era diáfano y en esa medida, confiable y leal a sus amigos.
En el intento de elaborar esta realidad que nos impuso su partida, busqué a través de un amigo mutuo, anécdotas, lugares comunes, y es así como llegó a mis manos el escrito de un amigo entrañable de su infancia, en donde vi palabras tan llenas de afecto, que decidí compartirlas también con los miembros de la Sociedad.
Luz Marina Orejarena Ardila
Presidente